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Indigenas entrerrianos

 El actual territorio entrerriano estaba habitado, antes de la llegada de los conquistadores españoles, por poblaciones aborígenes que desarrollaron culturas particulares y definidas: Guaraníes, Chanás y Charrúas, divididos, a su vez, en subgrupos culturales.

1 - Chanás o Chanáes

      1.1 - Mocoretáes

     1.2 - Timbúes 

     1.3 - Beguáes


2 - Guaraníes (Chiriguanos)


3 - Charrúas

     3.1 - Yaros

     3.2 - Minuanes

     3.3 - Martidanes

     3.4 - Guenoas


La población etnohistórica del territorio entrerriano (Argentina) estuvo compuesta por los Chanás o Chanáes, los Guaraníes (Chiriguanos) y los Charrúas.
 


LOS CHANÁS


Los chanáes integraban el Grupo del Litoral, cuyo hábitat se ubicaba en las zonas costeras del río Paraná. Son mencionados de sur a norte: chanás y beguás, timbúes y caracaráes, corondas, quiloazas, calchines, mepenes y mocoretáes. Ocupaban un extenso sector y básicamente su cultura era similar. Se reconoce la existencia de gentilicios dobles: chaná - baguáes, chaná- timbúes, beguá - chanáes. Se cree que llegaron a esta región remontando el río Uruguay. Los restos arqueológicos hallados parecen confirmarlo.

     

La cultura chaná entrarriana se subdividía en: Mocoretáes, Timbúes y Beguaes, y ocuparon la región oeste de la provincia. Se dedicaron a la caza, pesca, recolección y el cultivo de la tierra. Poseyeron una industria de cerámica decorada. Eran seminómades y sus casas eran ranchos comunales. Su organización a través de cacicazgos hereditarios, contaba con asambleas para resolver asuntos comunitarios muy importantes. Sus creencias religiosas eran expresadas a través de rituales populares.

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        Antecedentes

       Los Chanás o Chanáes, también identificados en la bibliografía especializada como "Ribereños Plásticos" o bien reconocidos como integrantes del llamado "Grupo del Litoral", fue una de las entidades étnicas que poblaron Entre Ríos.

Producto del encuentro de una corriente cultural neolitizante reconocida como paleoamazónica, con un patrón básico similar al de los Charrúas y Guaycurúes, se habrían expandido desde la Mesopotamia septentrional hacia el sur y el este, estableciéndose en territorio entrerriano a comienzo de nuestra era.

En estas latitudes, portadores de una cultura de tipo neolítico, habrían absorbido la llamada "Cultura Básica de Serrano" (pescadores y recolectores con cerámica) y luego recibido una segunda influencia neolítica a través de sus vecinos, los guaraníes. 


        Tribus y hábitat


        Las fuentes etnohistóricas, a menudo confusas y contradictorias, no permiten distinguir con exactitud las distintas tribus que integraron este grupo étnico, ni delimitar con precisión sus respectivos hábitat.

No obstante eso, es posible reconocer como entidades participantes de la misma cultura, al menos en sus rasgos generales, a las tribus que poblaron ambas costas del río Paraná.

Por ejemplo, los que habitaron a lo largo de la costa santafecina fueron: Calcines, Quiloazas, Corondas, Caracaráes. Los que habitaron a lo largo de la costa entrerriana y su territorio fueron: Mocoretáes, Timbúes, Chanáes y Beguáes. En el NO de Entre Ríos estaban los Mocoretás, al este los Timbúes y al ESO los Chanáes y al SO los Beguáes. Estos últimos, todos pertenecientes a tribus Chanás.

Al profesor Serrano se le debe la ubicación de estas tribus. Según este autor, la de los Mocoretáes fue la entidad entrerriana más septentrional que ocupó la costa e islas del hoy Departamento La Paz hasta la desembocadura del arroyo Feliciano.

En el sector central, los Timbúes habitaron la costa oriental e islas del río Paraná desde siete leguas al norte de la desembocadura del río Carcarañá hasta las tierras bajas del departamento Victoria. Los grupos meridionales, Chanáes y Beguáes, se asentaron respectivamente en la margen derecha del río Paraná, entre el río Luján y la ciudad de Rosario (Santa Fe), y en el delta entrerriano, al norte del Paraná Guazú.

Entre las tribus citadas, tanto entrerrianas como santafesinas, debió darse una dinámica interrelación biológica y cultural, consecuencia de los casi permanentes desplazamientos de estas comunidades ribereñas. Ello explicaría la mención que las distintas fuentes hacen de entidades mixtas, tales como Chaná-Beguáes, Chaná-Timbúes y que en realidad no se sabe si constituyen entidades independientes que deben ser sumadas a las ya citadas.


Caracteres antropofísicos

Las referencias testimoniales, confirmadas por estudios antropométricos posteriores, coinciden en señalar la elevada estatura como asgo físico distintivo y común a todos los miembros de la nación chaná.

Ulrico Schmidel confirma la observación hecha por Fernández de Oviedo en la cita anterior al manifestar que los Timbúes son: ... altos y bien formados. (XLI, pág. 56)

Los estudios antropométricos realizados por Luis M. Torres (1913) y Fernando Gáspary (1950), ambos separados por un lapso aproximado de cuarenta años, corroboran el testimonio de los viajeros al obtener una estatura media de 167 cm. y coincidir en señalar el acentuado dolicocefalismo de los cráneos estudiados, no obstante de la deformación intencional de la serie de Gáspary.


Cultura material


Bases de subsistencia

Los recursos alimenticios dependen de tres factores: el ambiente natural, la cultura y la población. Los pueblos cuyas técnicas de subsistencia corresponden a primer nivel de evolución, dependen en su mayor parte de lo que el ambiente natural les ofrece.

La compulsa de las fuentes permite inferir que la mayoría de las tribus de la nación Chaná practicaron una economía depredadora o parasitaria, consistente en la práctica de la caza, la pesca, la recolección de frutos y excepcionalmente, de una agricultura incipiente.

La caza fue actividad común a todos los grupos, permitiéndolo la variada y rica fauna de la región. Oviedo alude a ella: "... tienen muchos ciervos y avestruces y ovejas como las grandes del Perú (guanacos), jaguares, nutrias y otros animales que parecen conejos y otros de otras clases..." (Sic)

Asimismo, la pesca fue uno de los recursos más ponderables y a la cual recurrieron todos los grupos. Esta actividad, probablemente permitió una incipiente economía de excedentes, pues las fuentes apuntan que el pescado sobrante era secado al sol y ahumado para su conservación.

La recolección estuvo orientada al acopio de vainas de algarroba, arroz silvestre, raíces y miel, en tanto que el cultivo de la tierra, sólo fue practicado en pequeña escala por los Timbúes. Es posible que los reducidos grupos de guaraníes que habitaron entre ellos, ejercieran su influencia introduciendo esta nueva pauta cultural.

De este modo, la dieta alimenticia de los Chanás, estuvo compuesta por pescado (en gran proporción); animales de caza (nutrias, ciervos, avestruces, etc.); plantas cultivadas (maíz, calabaza, porotos, etc.), además de miel.

Entre los Chanás, el sedentarismo o el seminomadismo obedeció a la dependencia económica impuesta por el medio. La pesca como actividad sobresaliente, exigió proximidad a los cursos de agua. Por ello, afincados a orillas de ríos y arroyos, en islas o albardones, conformando aldeas más o menos estables, construyeron casas comunales de planta rectangular con paredes de junco y probablemente techo de dos aguas. Estas casas comunales, cuya existencia aún no ha sido confirmada por la investigación arqueológica, se hallaban divididas en secciones o departamentos interiores para albergar a varias familias, según el testimonio de Oviedo.

Entre los hábitos alimenticios atribuidos a los Timbúes, se ha registrado el de la geofagia. Esta singular inclinación gastronómica consistió en la ingestión, a modo de pan, de tierra frita en grasa de pescado. Este hábito, si bien no ha sido señalado para ninguna de las tribus vecinas, tuvo amplia difusión en el Nuevo Mundo.


Vestido y adornos

Cronistas (XV, cap. 18, pág. 286) y viajeros coinciden en señalar que habitualmente estos indígenas andaban desnudos usando, sólo en la estación fría, un manto de piel de ciervo o de nutria.

Ñandú



López de Souza (XX, pág. 300) refiere su encuentro con una mujer y tres hombres pertenecientes a la tribu de los Chanás-Beguaés, que estaban totalmente cubiertos de pieles. Cubrecabezas confeccionados con cabezas de jaguares que conservaban hasta los dientes, completaban su atuendo.

El hallazgo de algunos torteros abriría la posibilidad -para algunos núcleos-, de la adquisición de técnicas de hilado y tejido, consecuencia de un proceso de aculturación. Schmidel aporta datos concretos cuando afirma que Timbúes y Corondas usaban un delantal pubiano de algodón (XXXI, pág. 56)

Los Chanás completaron su arreglo personal con adornos que consistieron en aditamentos de objetos, pintura corporal y tatuajes. El aditamento de objetos exigió a hombres y mujeres la perforación de la nariz y del lóbulo de las orejas para la inserción de piedras blancas, azules o verdes, de clavijas nasales o colgantes auriculares.

La perforación del labio superior estuvo reservada a los varones, a quienes en los primeros meses de vida se les perforaba para colocar el tempetá, símbolo de virilidad.

La pintura corporal sólo es atestiguada por el padre Lozano. El jesuita refiere que hombres y mujeres pintaban sus cuerpos luego de haber cumplido con los ritos de iniciación, consistentes en la práctica de la antropofagia ceremonial (ingestión ritual de carne humana).

Escasas e imprecisas son las referencias al uso de tatuajes. López de Souza al mencionar a una mujer chaná-beguá que califica de hermosa, manifiesta que tenía líneas pintadas o tatuajes debajo de los ojos. En tanto, Schmidel, aludiendo a mujeres timbúes y corondas, afirma que acostumbraban a desfigurarse la cara, arañándose especialmente debajo de los ojos.


Industrias

Madera

El trabajo de este material es conocido a través de testimonios indirectos (crónicas y relatos) pues los yacimientos arqueológicos no han arrojado piezas que permitan conocer sus técnicas y funcionalidad. El arco corto y rígido y la flecha corta con astil y punta de madera, son las armas más citadas en las fuentes.

La fabricación de canoas merece párrafo aparte. Constituido este etno por comunidades esencialmente costeras, emplearon para su movilidad y actividad pesquera, canoas monóxilas cuyo tamaño varió según el grupo tribal. En tanto que las crónicas señalan para los timbúes canoas de más de veinte metros de largo, las de los chanás-beguáes no alcanzarían a diecisiete metros de largo. Schmidel testimonia que los timbúes poseían más de cuatrocientas canoas, tripuladas cada una con dieciséis hombres.


Cuero

Las fuentes etnohistóricas aluden al uso de una especie de "aljaba" o "carcaj" para portar las flechas y de una suerte de armadura de cuero que Oviedo denomina "coleto".



Hueso

Existen referencias al empleo de propulsores o tiraderas confeccionados en materia ósea. Para la caza de pequeños mamíferos o de aves en vuelo. Su uso está confirmado arqueológicamente mediante el hallazgo en yacimientos délticos, de dos ganchos de hueso que Lothrop (XXI, pág. 43) atribuye a este tipo de arma.

Punzones, puntas de flechas, fragmentos de arpones y agujas, son las piezas óseas más representativas de los yacimientos atribuidos a este etno.


Piedra

La industria lítica no es la más representativa de este grupo. En los yacimientos chanás es infrecuente el hallazgo de piezas de piedra asociadas a su cerámica, lo cual dificulta su identificación cuando aparecen fuera de contexto.

Bolas de boleadoras, una placa grabada (cuya funcionalidad o significación se desconoce) y los conocidos pilones de Hernandarias (manos de morteros, según Serrano) asociados a una economía de cultivadores, constituye el probable inventario lítico de este grupo.


Cerámica

La manifestación artesanal más destacable de este etno, la constituye su cerámica que adquiere valor diagnóstico en las excavaciones arqueológicas. Su morfología no es variada, ya que los platos representan formas globulares o subglobulares con bases indiferenciadas.

Estas piezas fueron confeccionadas con arcilla rica en materia orgánica, no utilizando probablemente antiplásticos. Su cocción se habría efectuado en atmósfera oxidante a pesar de la coloración algo irregular de su superficie.

La decoración es el elemento que singulariza y le otorga jerarquía artística. La decoración incisa se manifiesta en guardas geométricas logradas mediante la presión rítmica de instrumentos punzantes sobre la pasta aún fresca. Estas guardas se extienden generalmente en torno al borde del recipiente en registros horizontales.

La decoración modelada es la que le ha otorgado a sus artesanos el título de "ribereños plásticos". Los adornos modelados colocados en el borde o en la parte superior del cuerpo del recipiente, cumplen siempre la función de apéndices o asas. Ejemplares de la fauna regional constituyen sus motivos predominantes. Cabezas y colas de loros, lechuzas y patos entre las aves, felinos, batracios, ofidios y también representaciones humanas, forman parte del repertorio indígena. En él han logrado un extraordinario realismo y expresividad.

La llamada "cerámica gruesa" es otra de las expresiones cerámicas atribuidas a lo0s chanás. Bautizada así por Serrano en 1930, cuando fija su dispersión en concordancia con el hábitat de los chanás, es denominada posteriormente de "campaña" por Gáspary. Campanuliformes o cilindriformes con aberturas cuspidales y basales, presentan apéndices macizos en forma de cabeza de ave estilizada (¿pato?). Por sus dimensiones, es posible clasificar a estas piezas en grandes, medianas y pequeñas. Estas últimas pueden ser consideradas juguetes de niños.

Su funcionalidad constituye un verdadero enigma, pero se han encontrado piezas similares depositadas por los payaguás del Paraguay en las tumbas de sus muertos para residencia de sus espíritus.

El área de dispersión de esta cerámica, comprende la costa del río Paraná y la costa rioplatense del Uruguay. En cuanto a sus correlaciones culturales, se relacionan con los "vasos-patos" guatemaltecos y sobre ñla existencia de piezas similares en el lejano Japón. Se las vincula con formas de procedencia andina y maya, y existen también vinculaciones con culturas del noroeste argentino y especialmente con el área santiagueña.


Sociedad

No están muy claras la característica de la estructura social de este etno. Se sostiene que la familia fue poligámica, pro nada se puede aportar en torno al tipo de consagración matrimonial, al lugar de residencia de la nueva familia (virilocal o uxorilocal), a la filiación de la descendencia, al sistema de parentesco, a los tabúes o a los status y roles. Se presume la práctica de ritos de iniciación para que los púberes de ambos sexos fueran aceptados e incorporados al mundo de los adultos. Los ritos de la pubertad consistieron en la ingestión de carne humana en el transcurso de una ceremonia, tras la cual podían pintarse el cuerpo, símbolo inequívoco del nuevo status.


Organización política

El cacicazgo parece haber sido el sistema común a todas las tribus o entidades chanás. En el repartimiento de Buenos Aires efectuado en 1582, aparecen consignados doce jefes o caciques: Guardiya, Araquí, Canisolo, Caraqua, Yucá, Maguarí, Aguará, Derdian, Macchun, Capiguatin, Cura y Delajan.

Además de estos jefes locales es posible inferir a través de referencias testimoniales, la existencia de jefes generales o principales, que se habían destacado por sus condiciones personales (valor, astucia, capacidad de mando, oratoria, etc.)


Funeraria

La creencia en otra vida llevó a los pueblos primitivos al enterratorio intencional de sus muertos. Entre los chanás, esta práctica se ha constatado mediante la exhumación de "cementerios" emplazados en las proximidades de las aldeas. El estudio de los mismos ha permitido concluir sobre el tipo de enterratorio y las posiciones más frecuentes de los cuerpos. Se trata de enterratorios directos o de primer grado en los que los esqueletos conservan posiciones de descanso o en cuclillas.

En la referencia a enterratorios indirectos o secundarios, se observa que solían desenterrar los cuerpos, cumplido el proceso de putrefacción de las partes blandas, para pintar sus huesos con ocre y grasa. Posteriormente procedían a inhumarlos acompañados de ajuar funerario.

Los niños chanás eran enterrados en urnas de cerámica, llenas de ocre y tierra y tapadas con cuencos o platos anchos. Se reconoce la influencia guaraní en esta práctica.

Entre los timbúes, los ritos funerarios concluían con la plantación de un ombú y la colocación de plumas de avestruz en el lugar de inhumación. A él retornaban periódicamente para llorar a su difunto. La exteriorización del dolor producido por el alejamiento definitivo de un pariente cercano, se materializó entre las mujeres timbúes, mediante la mutilación de la falange externa de sus dedos.


Lengua

Se desconoce la estructura de la lengua hablada por la nación Chaná. Sólo se cuenta con alguna referencia en torno a su pronunciación gutural. Algunos lingüistas a consideran emparentada con el tronco meridional de la lengua de los Guaycurú, en tanto que otros la hallan próxima a la Charrúa. Lo cierto es que la inexistencia de vocabularios u otros registros (gramática, recopilaciones, etc.) no permite más que especulaciones teóricas en torno al interrogante que ella plantea.


LOS GUARANÍES



Los Guaraníes se caracterizaron por ser cazadores, agricultores, pescadores y fabricantes de armas (arcos y puntas de flecha), así como diestros en la fabricación de canoas, instrumentos musicales y la utilización de la madera y la cestería. Se ubicaron en la región sur de la provincia donde conformaron una cultura homogénea de tipo sedentario. Vivían en casas agrupadas en aldeas de tipo rectangular o redonda de barro y paja, con un espacio central donde había una plaza.



Antecedentes

Uno de los aspectos más oscuros en la historia de los grupos integrantes de la familia lingüística Tupi Guaraní, es el referido al de su hábitat originario y centro de dispersión. Entre las tesis que tuvieron mayor aceptación se debe citar la de A. Metraux, quien realizó un estudio exhaustivo del patrimonio cultural de todas las tribus guaraníticas y las siguió a lo largo de sus migraciones. Según el investigador francés, el centro originario se encontraría en la margen derecha del río Amazonas, en las proximidades de la desembocadura del río Madeira.

Actualmente tiene vigencia la tesis que señala el Guayrá como foco originario y de irradiación, sumándose a ella la mayoría de los especialistas y estudiosos del problema. La misma se apoya en el hallazgo de indicios reveladores de la presencia en dicha región de los Guayaquíes, considerados antecesores directos de los Guaraníes históricos. Por otra parte, está comprobado el asentamiento tardío de los Tupi Guaraní en el valle del Amazonas.


Su dispersión

Desde el Guayrá, actual estado brasileño de Paraná, los guaraníes se extendieron hacia el norte, llegando hasta las márgenes del río Amazonas. Por el este alcanzaron la costa atlántica del Brasil, por el oeste se extendieron hasta Bolivia y por el sur hasta el delta argentino. Fue, en consecuencia, una de las familias más extendidas de América meridional, no conformando una masa compacta, sino núcleos aislados separados en la mayoría de los casos por tribus étnicamente diferentes.

El incesante movimiento de estos indígenas, llevó a investigar sobre las posibles causas que lo motivaron. En tal sentido, es muy probable que las dispersiones históricas hayan sido motivadas por la ocupación de sus tierras por españoles y portugueses. En cuanto a las prehispánicas es aceptable el argumento de Métraux, Apoyándose en argumentos y referencias oralmente recogidas, señaló que los reiterados desplazamientos se originaron por la afanosa búsqueda de la llamada "tierra sin mal", donde moraba Ñandey, la mujer del creador del mundo. Esta tierra había sido ubicada por los indígenas hacia el este, cerca del mar, razón por la cual muchas tribus al no encontrar el pretendido "paraíso terrenal", habrían reiniciado nuevas migraciones hacia el interior del continente.


Los guaraníes en Argentina

En Argentina, la llegada la llegada de tribus o parcialidades guaraníticas, se registra tardíamente hacia el siglo XV, poco antes del arribo de los españoles. Otras migraciones habrían sido poshispánicas.

El Estado de Paraná (Brasil) fue el centro de dispersión de los núcleos que poblaron el litoral argentino y una pequeña porción del chaco-salteño.

En el litoral fluvial se establecieron en la franja nordeste de Misiones (cainguás), en el norte de Corrientes y en islas del río Paraná de jurisdicción entrerriana. En el noroeste, desde territorio boliviano, penetraron en el chaco-salteño, ocupando a modo de cuña la localidad de Orán (Salta). Este último grupo (Chiriguano) irrumpió en territorio argentino en tiempos históricos.


Los Guaraníes en Entre Ríos

Las escasas informaciones halladas en las fuentes etnohistóricas y las aún insuficientes investigaciones arqueológicas, permiten ubicar en territorio entrerriano dos grupos: el del Carcarañá y el del Delta.

El primero se asentó en islas del río Paraná, ubicadas al norte y sur de la desembocadura del río Carcarañá, frente a los departamentos Diamante y Victoria.

El segundo, ocupó las islas más meridionales y orientales del Delta del Paraná, llegando hasta la isla de Martín García.. Por Félix de Azara y corroborados por otros testimonios, se sabe que las márgenes del Paraná Guazú, la margen derecha del Paraná de las Palmas y las islas que comunican con el Uruguay, fueron las tierras más pobladas por los "guaraníes de las islas" o "chandules".


Caracteres antropofísicos

Se debe al padre Lozano la única referencia directa conocida sobre el aspecto físico de los Guaraníes del Delta. El jesuita los describe como: "... indios muy elegantes, si bien feos a causa de los colores con que ellos tratan de aparecer formidables..."

Los rasgos antropofísicos que sin duda compartieron con los otros grupos de la familia, inducen a proponer para ellos la descripción dejada por D'Orbigny. El viajero francés al adscribirlos al tipo racial amazónico o brasílido apunta: "Su color es amarillento, algo rojo y muy claro. La estatura es por lo general poco elevada; 1,62 para los hombres, 1,49 para las mujeres. Formas muy macizas. Frente no huyente. Rostro lleno, circular. Nariz corta y estrecha. Ventanas nasales estrechas. Boca mediana. Labios finos. Ojos generalmente oblicuos, siempre levantados en el ángulo exterior. Pómulos salientes. Fisonomía dulce. (XI, parte 2da, pág. 383-384)

Estudios antropométricos realizados con técnicas más ajustadas entre los Chiriguanos contemporáneos (grupo guaraní del chaco-salteño) confirman, en términos generales, las observaciones del investigador francés.


Cultura material


Bases de subsistencia

Los guaraníes fueron portadores de un patrón definido de subsistencia, basado en una agricultura primaria que les permitió obtener el control de su propio abastecimiento y ser útiles a los españoles en sus primeros contactos.

El sistema de cultivo, por ellos empleado, fue el de "milpa" o "roza", rasgo típicamente amazónico. Barco Centenera al referirse a las rozas del Delta apunta que son "abundosas de bastimentos". La roza, limpieza de la tierra para su cultivo, consistió en el desmonte mediante la tala de árboles y arbustos con hachas de piedra y en la quema de la maleza para abonarla con cenizas. La preparación de hoyos para la siembra, la selección de los granos, la extracción de la cizaña, la recolección de la cosecha, fue tarea exclusivamente femenina.

El sistema de milpa aludido, condujo al agotamiento del suelo luego de dos o tres cosechas y el modo más sencillo de entendérselas con el problema, fue el universalmente adoptado: eludirlo despejando otra parcela para reiniciar el proceso. Indudablemente, este sistema debió restringir la población, pues la tierra nunca es ilimitada. En esta latitudes los guaraníes se limitaron a cultivar maíz (abastí), zapallo (cura-pepé), frigoles (camandá) y según ciertos testimonios, mandioca (mandiog) y batata (yetí).

Luis Ramírez en su Carta Anua de 1528, hace constar que la harina (de maíz o de mandioca), se comía tostada o amasada en forma de pan (XXVIII, pág. 340)  y Schmidel refiere que la batata asada sabía a manzana y la mandioca y castañas. (XXIX, pág. 57).

Esta incipiente economía productora, fue reforzada por la recolección de frutos, la práctica de la caza y muy especialmente por la pesca. Reiteradas referencias hablan del empleo de redes o bien de arcos y flechas para la captura de peces. Asimismo, se señala para estos indígenas el uso de una raíz, el barbasco, cuyo jugo aturdía momentáneamente al pez y hacía posible su captura, según expresión de D'Orbigny. Si bien no es posible atribuirle a los guaraníes la posesión de una economía de tipo mixta (agricultura y domesticación de animales), es correcto indicar para este grupo la crianza de gallináceas, patos, papagayos y loros.



Vivienda

Las viviendas de "los guaraníes de las islas" probablemente no fueron tan amplias como las "malocas" levantadas por sus hermanos de otras latitudes (Brasil, Paraguay, Alto Paraná). Asentados en islas y albardones, debieron reducir sus dimensiones y tal vez ello determinó la elección de plantas circulares. Confeccionadas con haces de paja y barro, escaso número de estas viviendas conformaron pequeñas aldeas permanentes. Su estabilidad es atestiguada en el repartimiento de Buenos Aires de 1582 cuando, a modo de hito o mojón, se alude a "las casas de los guaraníes", cercanas a Corpus Christi.


Vestimenta

La referencia del padre Lozano a la escasa vestimenta de los guaraníes del Delta, podría a inducir a afirmar que este núcleo no compartió con los otros grupos de la familia tupí guaraní, la práctica del hilado y del tejido, ya que adornaban su desnudez y sus cabezas, solamente con plumas. No obstante este testimonio, el hallazgo de torteros en los yacimientos délticos, acusan el empleo del huso y se supone el del telar.

La manufactura textil en telares primitivos formó parte del patrimonio cultural guaraní, por ello no es posible desechar su práctica entre los núcleos más meridionales. El uso de delantales pubianos confeccionados con plumas multicolores o con fibras de caraguatá u ortiga, habría sido el más generalizado. Posteriormente, con la llegada de los españoles, el tipoy de algodón (especie de camisa al estilo de la cushma andina) fue adoptado por las mujeres. Esta prenda, al igual que la hamaca, es posible que haya llegado a estas latitudes por intercambio con grupos septentrionales.


Industrias


Madera y hueso

La madera fue empleada por los guaraníes en la confección de canoas monóxilas, con las que recorrieron vastas extensiones. Construidas mediante el ahuecamiento de troncos de árboles, fueron impulsadas, según las fuentes, hasta por dieciocho remeros. Fabricaron además con este material, grandes arcos de tipo amazónico y puntas de flechas.

La industria ósea registra en su inventario punzones, agujas, puntas de flechas y el tembetá, adorno viril de los guaraníes.



Piedra

Como elemento representativo de esta comunidad neolítica, se encuentra en el hábitat de los guaraníes, pequeñas hachas pulimentadas.


Cerámica

La cerámica fue otro de los rasgos culturales que integraron el patrón neolítico de los guaraníes, integrantes de lo que hoy es Argentina y es elemento diagnóstico en los yacimientos arqueológicos. Esta industria (actividad femenina), cubrió las necesidades domésticas y también funerarias. Figuran en su inventario ollas, platos, cántaros, grandes recipientes para la contención de bebidas fermentadas (chicha) y urnas funerarias cerradas con cuencos a modo de tapa.

De formas predominantemente subglobular y bicónica, sin asas, presentan superficies lisas o decoradas. La cerámica decorada con pintura (motivos geométricos, rojo y negro sobre blanco) en registros horizontales, es la más representativa de este grupo étnico.

La cerámica corrugada o imbricada, si bien no es tipo peculiar de este grupo, es muy frecuente en sus yacimientos. Su superficie externa está decorada con impresiones rítmicas de la yema del dedo pulgar (incisión dígito pulgar) o bien con la combinación de impresiones del dedo pulgar y de la uña (dígito-unguicular).


Sociedad

No existen datos precisos sobre los "guaraníes de las islas" que permitan ofrecer una reconstrucción ajustada de su sociedad. Por lo tanto, esta exposición se apoyará en consecuencia en los rasgos sociales comunes a todas las entidades guaraníticas.


Ritos de la pubertad

Las jóvenes guaraníes eran sometidas a una especie de iniciación a la vida doméstica y adulta. Al entrar en la pubertad eran colocadas en una hamaca (tipo paraguaya), en la que se les cubría totalmente dejando sólo un orificio frente a la boca, para poder ingerir los alimentos que exageradamente les proporcionaban. Cumplido el tercer día, eran retiradas de allí y bajo un régimen muy severo eran tomadas por una mujer de la tribu que las ejercitaba en los quehaceres domésticos. En el transcurso de este adiestramiento se les cortaba el cabello al ras y se les obligaba a vivir en el mayor desaseo personal, no pudiendo establecer ningún tipo de relación con el sexo opuesto y "mirarlas era delito".

Todas las interdicciones se levantaban cuando el cabello crecía nuevamente hasta cubrirles las orejas. Entonces se les adornaba con las mejores prendas y collares y eran declaradas aptas para el matrimonio. Los jóvenes, por su parte, no podían acceder a la vida conyugal si antes no habían cumplido con la "proeza" de dar muerte a un enemigo en ceremonia ritual.


Constitución de la familia

No obstante los requisitos expuestos, no se conoció entre estos indígenas ceremonia matrimonial alguna. Las parejas se unían "sin formulismos", según la expresión de Azara, y estas uniones no siempre fueron permanentes. Estuvo generalizada la práctica de la poligamia, poligamia sucesiva, pues el hombre incorporaba al grupo familiar nuevas mujeres, en la medida que las anteriores se "ponían viejas".

Habitualmente, según las fuentes, las mujeres guaraníes no se oponían a que sus maridos tomaran esposas adicionales, especialmente cuando eran "colaboradoras" o "mujeres de hacer faenas".

En estas complejas familias existió una distribución jerárquica generalmente mantenida con gran solidez entre las mujeres. La primera esposa gozó de mayor autoridad, conservando formalmente la prioridad que le permitió aceptar o excluir a cualquiera de las mujeres secundarias, según su arbitrio.

La exogamia, formación de la pareja con miembros de distintas tribus, fue otra de las características de la sociedad familiar guaraní. La trasgresión a esta práctica, considerada tabú, mereció la más severa sanción de la comunidad. Partiendo de estas uniones más o menos permanentes, se constituyó la familia poligámica, exogámica y con filiación materna.

El padre Ruiz aporta un dato de interés que permite conocer la existencia del levirato entre estos indígenas. En el orden superior de los caciques, se conservó la obligación y el derecho del hermano del difunto, a unirse con las que fueron sus viudas.


La covada

En estado de gravidez, la mujer guaraní debía someterse a un régimen dietético muy estricto. La ingestión de carne se consideraba tabú y se estimaba altamente perjudicial para el desarrollo del futuro descendiente. En lo que respecta al padre, este debía cumplir un riguroso ayuno durante quince días a partir del nacimiento del vástago, y durante este lapso debía abstenerse de hacer flechas u otras armas ofensivas y de capturar animales. Esta práctica llamada "covada o couvada" no fue original de esta nación, pues estaba universalmente difundida, y se encontraba en numerosas entidades étnicas americanas.


Infanticidio

Reiteradas referencias en las fuentes etnohistóricas, testimonian sobre la práctica del infanticidio entre los guaraníes. Es Dobrizhoffers quien ha dejado el testimonio más completo: "Las madres -expresa-,  suelen en general aumentar sus hijos cada tres años y durante ese lapso no tienen con sus maridos relación conyugal. Loa maridos fastidiados suelen llamar a otras mujeres, olvidando sus deberes. Casos suelen presentarse en que las mujeres, olvidando sus consecuencias matan a sus hijos antes o después del parto. Temen, pues, la repudiación o enviudar a sus maridos".


Rol de la mujer dentro de la comunidad

La participación de la mujer en la provisión de alimentos para la comunidad, debió elevar la situación social de su sexo. En una sociedad donde la división del trabajo es muy definida y permite hacer un balance, resulta destacable la preponderancia de la mujer como factor económico. La práctica agrícola, la recolección de frutos, la manufactura de cacharros, la preparación de los alimentos, la confección de los vestidos, la crianza de los niños, etc., fueron algunas de las actividades femeninas.

La filiación matrilineal y el hecho de que parcialidades guaraníticas sometidas por pueblos étnicamente diferentes, fueran absorbidos culturalmente por las mujeres vencidas, permiten extraer conclusiones en tal sentido.


Organización político - militar

Este etno no constituyó una nación unificada. Cada parcialidad vivió independientemente de la otra bajo el gobierno de un cacique (tubichá). Esta institución, la del cacicazgo, fue entre ellos hereditaria. No obstante, algunas cualidades como la elocuencia y el valor originaron hombres prodigiosos, líderes en torno a los cuales se agruparon admiradores que terminaban por separarse de la parcialidad originaria para constituir otra con el nuevo cacique. A fines del siglo XVI en el repartimiento de Buenos Aires, se menciona a doce caciques que serían jefes de otras tantas parcialidades.

La inexistencia de un estado unificado entre los guaraníes no impidió que, en casos de interés general o de guerra, se celebraran asambleas en las que intervenían todas las parcialidades. En esta circunstancia, se elegía al jefe o director de la guerra, quien se destacaba por su sagacidad o valentía.

Esto permite inferir que la organización política a través de Concejos de Ancianos o de Jefes de Familias, elegidos por sus dotes naturales o por sus derechos hereditarios, debió darse sólo en tiempos de paz. Alterada o modificada la situación por la presencia de grupos hostiles u otros problemas, el gobierno general con atribuciones militares se habría librado o confiado a un solo individuo.

Los guaraníes que conformaban la masa popular, los "mboyás", estaban obligados según el padre Lozano, a labrar las tierras de sus jefes, recoger las mieses, edificarles sus casas, seguirlos en la guerra y entregarles sus hijas.

Se desconoce la existencia de leyes que reglamentaran el estado, o de prácticas que denotaran algún concepto de equidad o justicia. El derecho consuetudinario debió regir las relaciones con otras entidades étnicas o con otras parcialidades guaraníticas, en tanto que las cuestiones de interés general, habrían sido tratadas por el Concejo de Ancianos o en reunión de Jefes de Familias. Los conflictos personales, se arreglarían entre las partes, lo que hace suponer que faltando leyes preestablecidas, regiría el derecho del más fuerte.


La guerra



Este pueblo estuvo en permanente pie de guerra, en continua movilidad y pendencia, dispuesto siempre a enfrentar a enemigos tan sagaces y belicosos como ellos. El padre Lozano afirma: "...era gente bien dispuesta, corpulenta y muy belicosa, ejercitando de continuo las armas con la nación de los charrúas que poblaba las costas del Río de la Plata, y con los guaycurúes de tierra adentro."

Las operaciones de la guerra estuvieron dirigidas por los caciques o como queda dicho por un Jefe General elegido por todos, para desenvolverse en la ocasión. Si bien esta actividad fue exclusivamente masculina, toda la comunidad participaba en los aprestos bélicos y mágicos (danzas y cantos).

Los motivos que condujeron a la guerra fueron casi siempre fútiles, y tenían como finalidad lavar pretendidas ofensas, cobrar prisioneros para sus rituales antropofágicos o bien para tomar posesión de un nuevo predio que les permitiera nuevas sementeras.


Antropofagia ritual

Los guaraníes fueron antropófagos al igual que la mayoría de los pueblos de cultura amazónica. "Comedores de carne humana" apuntan las antiguas fuentes. Sin embargo, esta práctica no se efectuó en forma indiscriminada, ni formó parte de los hábitos alimentarios de estos indígenas. Tampoco es correcto afirmar que se comían unos a otros. La antropofagia tuvo carácter ritual y se practicaba sólo con los prisioneros de guerra. Numerosos son los autores antiguos que relatan detalladamente las escenas y pormenores de tan inhumano ceremonial. El padre Lozano que uno de los más objetivos, y el alemán Hans Staden, que salvó milagrosamente de ser sacrificado, ilustran al respecto:

"A los que prisionaban en guerra -informa Lozano-, si eran ancianos los libraban luego de los trabajos de la vejez, porque siendo sus carnes las más sabrosas, les daban presto sepulcro en sus vientres. Si eran jóvenes, les llevaban cautivos con gran algazara a manera de triunfo y los preservaban para hacer alarde el que los cautivó de su valentía el día señalado y en público teatro. Guardaban el prisionero en casa del cacique, dándole libertad para cuantas comidas gustase y vivir con las mujeres que quisiese, destinándose cazadores y pescadores que les trajesen los manjares de su gusto y le sirviese de manera que en nada recibiese pena, sino que tuviese todo el alivio posible, para que así mejor engordase" (XXIII, I, cap. XVII, pág. 389).

Solía darse el caso de que el cautivo se incorporara a la familia de su vencedor, sin que esto lo librara del sacrificio y más aún, de que su nueva mujer lo comiera después de derramar algunas lágrimas. "Cuando al parecer, explica Lozano, estaba ya la res humana gorda y en sazón, convocaba el triunfador a toda la comarca dándole aviso del día de la fiesta, a la que concurrían todos, porque los que no convidaban incurrían en la nota de avaro, y de mal criado los que dejaban de asistir. (XXIV, I, cap. XVII, pág. 389).

La ceremonia se desarrollaba de acuerdo a un complicado ritual que cubría varios días de continua actividad y permanente ajetreo en la tribu: (Congregaba, pues, en el lugar destinado la bárbara multitud, salía el que había de matar a su enemigo, con tanto fausto como si hubiera de triunfar, en el mismo capitolio de Roma...) (XXIII, I, cap. XVII, pág. 390, oportunamente citado).

El relato completo del padre Lozano sobre esta ceremonia es realmente alucinante. Importa el hecho de que en el transcurso de ella, cada uno de los que por primera vez asistían, podían cambiar su nombre de nacimiento para adoptar el que en definitiva llevarían.

"Recogida la sangre y las entrañas por las viejas -narra Lozano-, llegaban todos los presentes a tocar el cadáver con la mano o darle un golpe con un palo, y esta era la ocasión en que cada uno tomaba el nombre que quería ponerse para ser conocido en adelante, porque hasta allí, tenía cada uno por propio el nombre que le impusieron sus padres al nacer, que solía ser según el defecto o cualidad que rconocían en el cuerpo del recién nacido" (XXIII, I, cap. XVII, pag. 391, oport. cit.)

El nombre en una sociedad civilizada, constituye el medio para singularizar a una persona, pero en las comunidades primitivas el nombre tenía otra significación. Se establecía entre el individuo y su nombre una relación tan íntima y estrecha como si le perteneciera vitalmente. Es la razón por la cual algunos esquimales, ya ancianos, cambian su nombre con la esperanza de rejuvenecer su cuerpo.

El sacrificio de una víctima, en consecuencia, producía en el victimario una fuerza mágica que lo transformaba en cierto modo en otra persona. Además, la venganza satisfecha, de acuerdo a ritos religiosos y mágicos, afianzaban y estrechaban los vínculos de la tribu y fortalecían a los hombres de guerra. Luego el matador hacía la repartición de la carne del difunto, destrozándola en menudas piezas, para que así pudiesen todos alcanzar a comer aunque fuese una hebra. "Si algún cacique principal, por enfermedad o por distancia no podía asistir, se le enviaba una parte que, de ordinario, era un dedo de la mano y éste tenía por el mayor blasón de toda su generación, haber muerto, comido o bebido de alguna parte cocida, de su contrario muerto en el palenque" (XXIII, I, cap. XVII, pag. 391, oport. cit.)


Medicina

Según la concepción animista de los pueblos primitivos, el mundo de los vivos está rodeado por espíritus o demonios que aparecen bajo formas humanas o de animales, y que intervienen negativamente en la vida de los hombres. En consecuencia, las enfermedades, los males físicos, no son otra cosa que la introducción en el cuerpo de esos espíritus maléficos e inmateriales.

Para regular el poder sobrenatural de esos espíritus, de esas fuerzas intangibles, se generalizó entre los indígenas americanos, la adopción de los llamados "espíritus guardianes" y de los curanderos o chamanes.

Entre los guaraníes, el pay o chamán, gozaba de prestigio y consideración, debiendo soportar rigurosas pruebas de iniciación para ser aceptado como tal. Se tiene conocimiento de ellas a través del interesante relato del padre Techo que transcribe Serrano (XXXI, cap. IX. pp. 158-159)

"Los que pretenden ser expertos en el arte mágico, se hacen macerar con severísimos ayunos y otras penitencias, para lo cual huyen a sitios solitarios, donde permanecen desnudos y sin lavarse. Nada comen sino pimienta y cierta especie de trigo-turco. No peinan sus enmarañados cabellos ni cortan sus largas y deformes uñas. Hacen alarde de otras cosas sucias y mortifican su cuerpo, hasta que ya por efecto del prolongado ayuno, faltos de fuerzas y aún de sentido, e les aparece el demonio que han invocado".

Azara también ha dejado sus impresiones al respecto, puntualizando que no son hereditarias sus funciones y que podían aspirar a desempeñarlas los más atrevidos o los más confiados en sus propias virtudes contra el maleficio, "siendo consagrado pay, el más verboso y borracho.

Los procedimientos empleados para combatir las enfermedades, fueron los comunes a los de la mayoría de los pueblos primitivos americanos. La succión, la sangría, la puesta en éxtasis, fueron los medios elegidos. No obstante, preciso e destacar, que mucho debe la farmacopea moderna a las observaciones y conocimiento empírico de las propiedades medicinales de un considerable número de especies botánicas autóctonas.

A los mágicos poderes curativos, el pay aunó aquellos que le permitieron erigirse en una verdadera amenaza para sus enemigos. Las "enfermedades provocadas" por la fijación en órganos vitales de partículas imperceptibles de huesos, cabellos o carbones, constituían sus argumentos más convincentes para obtener lo que se proponía o para lograr la sujeción de determinados individuos.


Funeraria

La creencia en la vida de ultratumba, llevó a los guaraníes a enterrar sus muertos en grandes recipientes de cerámica, fabricados inicialmente para uso doméstico. En estas improvisadas urnas funerarias podían "convivir" cómodamente cuerpo y alma. La investigación arqueológica ha corroborado reiteradas veces, esta práctica funeraria, pudiendo constatarse la posición en cuclillas a la que aluden las fuentes y la índole del ajuar funerario.




LOS CHARRÚAS


Los charrúas (cuyo nombre en guaraní significa revoltoso, antojadizo) se subdividían en Yaros, Minuanes, Martidanes y Guenoas, que compartían la particularidad de ser extremadamente belicosos y resistente a todo cambio, a tal punto, que fue el último grupo en desaparecer. La guerra fue su principal actividad, pero también se dedicaron a la caza, la pesca, la recolección y el trabajo en piedra, con la cual realizaban puntas de flecha, arma que era complementada con el uso de boleadoras. Se ubicaron en la región central de la provincia, aunque eran nómades. Sus casas estaban realizadas de esteras armadas sobre postes, en campamentos próximos a arroyos. Estaban organizados en cacicazgos, consejo de ancianos y guerreros, encargados de resolver los asuntos de gravedad del pueblo.

Hábitat de charrúas y guaraníes



Los charrúas históricos, producto de la superposición de grupos patagónicos a una primitiva población lánguida, habitaron el occidente de la Banda Oriental del Uruguay. Las fuentes del siglo XVI abundan en referencias sobre estos indígenas, pero ellas no aportan datos que permitan singularizar tribus o parcialidades de esta familia lingüística.

Es recién a partir de la segunda mitad del siglo XVII, con la llegada de los jesuitas, que en sus obras testimoniales (Crónicas, Memorias, Anuarios, Cartografías, etc.), consignan gentilicios vinculados a ella.

El estudio exhaustivo, aunque no definitivo, de las fuentes, ha permitido distinguir la existencia de tres tribus pertenecientes a esta nación indígena y descartar un sinnúmero de gentilicios que en realidad corresponden a sub-tribus o parcialidades charrúas: Güenoa o Minuán y Bohan.

Todas estas tribus habitaron originariamente el territorio uruguayo, pero desde la primera mitad del siglo XVII, atraídos por el ganado cimarrón producto del abandono de la primera expedición española, se expandieron hacia el oeste, ocupando una importante porción territorial de Entre Ríos.

Delimitar en esta provincia el hábitat de cada una de las tribus con sus respectivas parcialidades resulta casi imposible por tratarse de grupos nómades, en permanente desplazamientos y con frecuencia transitoriamente ubicados en jurisdicción de otras tribus.

Por ello, sólo es posible afirmar que a fines del siglo XVII, dominaban el centro de la provincia de Entre Ríos, alcanzando la costa del río Paraná por el oeste y el Delta por el sur.


Bases de subsistencia 

Este grupo étnico desarrolló una economía depredadora, propia de comunidades nómades. Caza, pesca y recolección de frutos fueron originariamente sus bases de subsistencia, coincidiendo todas las fuentes en señalar la ausencia total de prácticas agrícolas.

La caza fue actividad intensamente practicada, empleándose para ello, arcos, flechas y boleadoras de uno, dos y tres ramales. La boleadora de un ramal, cuya cuerda terminaba en su extremo con un copete de plumas de ñandú, según testimonia López de Souza, fue utilizada antes de la conquista para la casa de este animal. Con posterioridad a ella entraron en uso las boleadoras de dos y tres ramales.

El sistema de caza por persecución a pie, se señala como peculiar de estos pámpidos, justificándose el uso de redes de captura mencionado por López de Souza.



 Venados, roedores, ñandúes y aves, fueron las piezas cobradas por los cazadores charrúas. Después de la conquista y avanzado el proceso colonizador, las prácticas cinegéticas se orientaron hacia la captura de ganado cimarrón con inestimable auxilio del caballo.

La pesca fue practicada por todas las parcialidades charrúas, usando para ello canoas de 18 a 22 metros de longitud y 0,80 mts. de ancho. La conservación y acopio de pescado desecado es una referencia que se reitera en las fuentes de los siglos XVI y XVII. En el transcurso de ellos los charrúas parecen haber vivido más del pescado de lo que lo hicieron en los siglos posteriores, cuando la abundancia del ganado cimarrón facilitó su subsistencia.

A las actividades citadas se deben agregar la de la recolección de huevos de ñandú, miel, cogollos de ceibo (de alto poder nutritivo) y frutos silvestres. El hidromiel, según Serrano, fue la bebida nacional, más tarde, en contacto con los españoles; adoptaron la yerba mate y se convirtieron en ávidos consumidores de tabaco.



     La vivienda 

El tipo de vivienda charrúa corresponde al estilo de vida de sus moradores. Nómades en constantes desplazamientos, llevaron al padre Lozano a interrogarse sobre el por qué de ese "errar vagabundeando" y a elaborar insólito respuesta:" no pueden soportar estar siempre bajo el mismo cielo". (XXI, I, pág. 409)

La descripción más antigua de una vivienda charrúa, la efectúa López de Sousa (siglo XVI), quien hace referencia a una suerte de paravientos formado por cuatro esteras colocadas a modo de pared y sin techo. Un siglo más tarde, la vivienda guenoa experimentó algunas modificaciones según refiere el padre Xarque. Ya tiene techo, es baja (1,50 metros) y se halla con "... cierto género de paja larga o totora gruesa y ancha, a modo de espadaña". (XXXV, pág. 372)

Diez o doce paravientos, agrupados a orillas de un curso de agua, conformaron el campamento o toldería charrúa. En cada una de estas frágiles moradas vivían en promiscuidad una docena de personas que compartían "su espacio vital", con buen número de perros.

Posteriormente, la "cultura del cuero" modificó la vivienda charrúa, construyéndolas con ramas arqueadas a modo de sostén y cueros de caballo o vaca, reemplazando las antiguas esteras.





        

        

Vestidos y adornos

Si bien existen referencias a la primitiva y total desnudez de los charrúas, está documentado por otra parte, el uso del delantal pubiano o taparrabos y el manto de pieles. Una antigua litografía, como de otras descripciones dejadas por cronistas y viajeros, ilustran sobre el uso del manto de pieles, prenda característica de los pámpidos. Decorado con motivos geométricos, cuyos registros recuerdan a los que ornan el manto tehuelche, fue usado funcionalmente con el pelo hacia dentro.

Las prendas de algodón, delantales pubianos y camisas sin mangas, fueron producto del comercio mantenido con los guaraníes, según testimonio del padre Lozano (XXI, I, pág. 140) y de D'Orbigny (X, pág. 280)

Perforaciones, inserciones de objetos, tatuajes y pinturas corporales o faciales, constituyeron los "adornos" de hombres y mujeres charrúas.

El uso de clavijas narigueras y de barbotes o tembetás por los hombres, ha sido ampliamente documentado. López de Souza refiere la costumbre de insertar trozos brillantes de cobre en las perforaciones nasales que se practicaban y Azara apunta que los tembetás por ellos usados, corresponden al tipo hallados en sitios de influencia guaraní, siendo su longitud de 10 a 12 centímetros.

En lo que respecta al tatuaje, éste formó parte de los ritos de iniciación de las adolescentes. Tres líneas azules y verticales trazadas en el rostro de la niña púber, constituyó el símbolo de su ingreso a la vida adulta.

La pintura facial o corporal, asumió entre los charrúas un carácter mágico antes que ornamental. Por ello los guerreros minuanes pintaron de blanco su mandíbula inferior antes de ir a combate. Creyeron asegurar de tal modo la debilidad del enemigo por el terror y su propia invulnerabilidad.

El cabello fue usado muy largo. Los hombres solían peinarlo anudándolo en la parte posterior del cuello e insertando allí algunas plumas blancas, en tanto que las mujeres lo llevaban suelto.


Industrias


De la piedra

La industria de la piedra se desarrolló en función de las actividades cinegéticas y guerreras de esta civilización. Las fuentes registran el uso de puntas de flechas, piedras lenticulares o piedras de honda y de piedras de boleadoras con cintura, colocadas en dos y tres ramales. La arqueología corrobora los testimonios etnohistóricos.


Cerámica





      

La cerámica, confeccionada por las mujeres charrúas para uso doméstico, estaría representada por piezas de formas subglobulares u ovales, sin asas y carentes de decoraciones. Los yacimientos del área charrúa arrojan fragmentos de una cerámica tosca y lisa.


Sociedad 

La familia 

La familia charrúa se constituyó sobre la base de uniones más o menos permanentes, consagradas en bárbara ceremonia matrimonial, según un único testimonio del siglo XVII, el dejado por el padre Vázquez de Espinosa y citado por Canals Frau (V, pág. 246)

"Cuando se han de casar, hacen llamamiento y junta en una parte señalada, y allí donde han de casar la novia, manda el cacique que cada uno vaya con su flecha y arco y lleve algún pellejo u otra cosa de oferta, conforme cada uno tiene. Y estando juntos, entra el cacique con la novia a gozarla, y luego los demás por su orden, ofreciendo lo que cada uno ha llevado por dote, y este último es el marido".

La mujer accedía al matrimonio muy joven y habitualmente se casaba con el primer hombre que la requería, en tanto que el hombre lo hacía en plena madurez. Según los escasos testimonios existentes, es posible señalar como caracteres de la familia charrúa, la poligamia y la endogamia (práctica de contraer matrimonio, personas de ascendencia común o naturales de una pequeña localidad o comarca).

La poligamia ha sido denunciada reiteradamente por las antiguas fuentes, aunque hacia el siglo XIX ciertas restricciones parecen haber atenuado su práctica. En el siglo XVII, el padre Lozano observa que: "Cada hombre tiene el número de mujeres que quiere y las ceden a los españoles por un vil interés." (XXIV, I, pág. 19)

En el siglo XIX, en tanto, D'Orbigny, informa: "La poligamia les es permitida en el sentido de que pueden tomar una mujer, cuando la anterior es vieja, pero esta última siempre conserva mayores derechos que las otras". (X, pág. 280)

La endogamia, si bien no es posible demostrarla fehacientemente, permite el hecho de que no se considerarán incestuosas las uniones entre miembros emparentados entre sí, con la única excepción de los hermanos.

El adulterio fue reconocido como tal, sólo si se comprobaba "in flagrante delictu", lo cual conducía a duelos pugilísticos sin otro tipo de sanción. Por otra parte, una mujer sin hijos podía abandonar al hombre con varias mujeres si tenía oportunidad de llegar a ser la única mujer de otro.



La educación de los niños

La educación de los niños no constituyó una preocupación para sus padres ni para la comunidad. Crecían sin educación y revoltosos y no mostraban respeto por sus padres, según puntualiza Lozano.

Entre los guenoanes o minuanes, los hijos eran retenidos solamente el tiempo de la crianza. Posteriormente eran confiados a algún matrimonio emparentado, que se convertía en custodio definitivo del niño. 


La banda charrúa 

Sobre la base de la familia integrada por 10 ó 12 miembros, se organizó la banda constituida por 80 a 100 individuos. La vida de la misma estuvo regida por una especie de Concejo integrado por miembros representativos de cada familia. Este Concejo tenía ingerencia únicamente en los conflictos que surgían de la vida de relación y en la atención de las necesidades que aseguraran el normal desenvolvimiento del campamento. 


La división sexual del trabajo 

La división sexual del trabajo, parece no haber sido muy equitativa según las fuentes. Los hombre desempeñaron su rol de guerreros, cazadores y pescadores, correspondiéndoles a las mujeres actividades más diversificadas que les insumía probablemente la mayor parte del día.

Las tareas femeninas comprendieron desde la construcción desde los toldos, la confección de la vestimenta, previa preparación de las pieles, la recolección de frutos y leña; la preparación de alimentos, la crianza de los niños, el traslado de la toldería y el cuidado de los caballos en el período hispánico. Más tarde, el contacto con los blancos, agudizó la desigual e injusta distribución del trabajo. A partir de entonces, los hombres dedicaron su tiempo a juegos que, en su mayoría trajeron los españoles (taba, naipes) y a embriagarse con bebidas alcohólicas, como así también de la afición al tabaco.


Organización política 

El sistema de cacicazgo para las parcialidades charrúas no se halla suficientemente documentado. El padre Lozano califica de informal a su gobierno por carencia de jefes. Azara, afirma que el gobierno de los charrúas se reduce a un Concejo formado por los jefes de familia que se reúnen y sientan en círculo para deliberar si deben atacar al enemigo común. Agrega asimismo, que no reconocen otros superiores que los encargados momentáneamente de dirigir la expedición. Por lo demás, no se someten a nadie, ni siquiera a sus padres.

En definitiva, es probable que cada toldería tuviera un cacique, al menos considerado como jefe nominal y que el valor o predicamento de algunos de ellos, le valiera la adhesión de varias parcialidades. 


La guerra 

Constituyó la principal actividad de los charrúas. El pillaje o la devolución de agravios fueron las causas más frecuentes que la motivaron.

Autorizada por los jefes de familia, reunidos en Concejo, la tribu beligerante invitaba a las tribus hermanas para entrar en la contienda. Señales de humo y resplandores de hogueras transmitían la noticia.

Antes de iniciar la guerra, para evitar el saqueo de sus campamentos y el cautiverio de sus mujeres e hijos, ocultaban sus toldos en los sitios más inaccesibles del monte. Luego, en ceremonia previa, los caciques arengaban a sus guerreros y las mujeres alineadas a la distancia entonaban cánticos propiciatorios para el combate.

El ataque por sorpresa fue considerado de gran valor táctico, enviando para ello exploradores (bomberos) que procuraban conocer la posición de la fuerza numérica del enemigo. La lucha era iniciada preferentemente al amanecer, en medio de un impresionante griterío. Algunas fuentes apuntan que antes de la generalización de la lucha, los caciques acostumbraban a desafiar a los jefes enemigos para librar combates singulares.

La crueldad en la guerra fue proverbial. D'Orbigny expresa al respecto: "Matan a todos los hombres y dejan vivos a las mujeres y niños de los que hacen sus concubinas y esclavos respectivamente". (X, pág. 280)

Como trofeo de guerra conservaban el cuero cabelludo del enemigo muerto en combate y, al igual que los guaraníes, cambiaban de nombre tantas veces como enemigos mataban, al mismo tiempo que se practicaban una profunda herida en el cuerpo. De este modo, el número de cicatrices, equivalía al número de vencidos en combate y las ostentaban como verdaderas condecoraciones de guerra.

Las mujeres y los niños eran cautivados, en tanto que los prisioneros, milagrosamente escapados de la matanza, recibían buen trato. 


Medicina 

Los charrúas, al igual que los puelches, tuvieron chamanes que decían curar las enfermedades alejando del cuerpo las causas que las producían. Entre los recursos para forzar su eliminación estaba el de la succión. Mediante esta práctica simulaban extraer una espina, un guijarro o una pequeña lagartija, con lo que aseguraban la curación del doliente. 


Religión 

Se desconoce la religión de los charrúas. No ha llegado hasta el momento, ningún testimonio alguno que permita reconstruir su sistema de creencias. No obstante, la actitud de este grupo frente a la muerte, autoriza a pensar que creían en la supervivencia del alma y en la existencia de una vida sobrenatural. 


Funeraria 

La muerte dio lugar a escenas de intenso dramatismo, protagonizadas por las mujeres de las familias. Las viudas, hijas y hermanas del difunto, exteriorizaban su dolor mediante estridentes alaridos y la práctica de bárbaras incisiones con objetos cortantes (cuchillo o lanza del muerto), formaban parte del ritual fúnebre.

Azara afirma que no vio una sola mujer adulta a la que no le faltaran las falanges y que no estuvieran cubiertas de cicatrices. Sin embargo, López de Sousa atribuye esta práctica a los hombres, afirmando que vio a muchos ancianos que habían sacrificado todos sus dedos, restándoles solamente los pulgares.

Según las fuentes, los hombres guardaban duelo solamente cuando quien moría era el padre. En este caso, permanecían dos días en sus cabañas, desnudos y con una dieta alimenticia limitada a carne y huevos de perdiz. Transcurrido este lapso, un amigo o pariente le introducía una cierta cantidad de varillas con puntas aguzadas, desde la muñeca hasta el hombro. Cumplido este ritual que se realizaba por la noche, el deudo se trasladaba al bosque, sin experimentar temor por los animales salvajes. Con él llevaban un bastón para clavar un hoyo profundo y en él se introducía hasta cubrir el pecho, pasando en estas condiciones la noche. Al amanecer salía de su retiro y se dirigía a una pequeña choza reservada para estas circunstancias, donde presumiblemente se extraía las varillas. A partir de este momento, debía permanecer en total aislamiento durante 10 ó 12 días, alimentándose con pequeñas porciones de carne y huevos que le eran alcanzadas p9or los niños de la tribu.

Los cementerios charrúas –según testimonio de López de Sousa-, respondían a un plano circular, delimitado por estacas, con capacidad para 30 tumbas aproximadamente. Sin embargo, Lozano afirma que: "Ellos llevaban los huesos de sus parientes muertos donde quiera que fuesen...". (XXI, I, pág. 408)

La aparente contradicción de ambas fuentes, llevaría a demostrar que cada grupo tenía su propio cementerio al que conducían sus muertos, aún cuando les hubiera sorprendido la muerte a cierta distancia.

Los enterratorios con ajuar funerario (armas, utensilios, adornos) y el sacrificio del caballo sobre la tumba, permiten concluir que los charrúas creyeron en la existencia de una vida sobrenatural para la cual debían contar con todo aquello que les había sido útil en la vida terrena. 


Lengua 

En las antiguas fuentes se la califica de lengua dura, gutural y nasal, pero no se encuentran en ellas elementos de juicio que permitan extraer conclusiones sobre su origen, parentesco o estructura.

La confusión respecto al origen de los escasos documentos valiosos para una filiación lingüística  (catecismos, vocabularios, etc.), llevaron a establecer en muchos casos, relaciones o parentescos equivocados. En tal sentido, se reconoce que el Catecismo publicado por el padre Hervás (constituido por 19 frases) y que fuera reimpreso en el año 1913 por Outes; en el Vocabulario recogido por el polígrafo uruguayo Dámaso Larrañaga, en la reducción franciscana de santo Domingo Soriano (R.O.U.), y en los Vocabularios recopilados por Teodoro Viladerbó y publicados por Gómez Haedo en el año 1937, a los únicos auténticos testimonios atribuibles  a la lengua hablada por la nación Charrúa.

Canals Frau aporta los fundamentos que permiten la identificación de cada uno de ellos. Según el citado autor, el Catecismo del padre Hervás recoge voces de las tribus güenoanas; el Vocabulario de Dámaso Larrañaga corresponde a la lengua de los indígenas bohanes y los dos Vocabularios de Viladerbó son indiscutiblemente charrúas. Este inestimable material perteneciente a las tres tribus integrantes de la nación Charrúa, no ofrece numerosas superposiciones, lo que impide estudios comparativos.

El sistema numeral es coincidente en los tres dialectos, pidiéndolos calificárselos de cuaternario-decimal, según se advierte en la siguiente tabla comparativa:



Charrúa

Güenoa

 

Bohan

 

1

yu

1

yut

1

Yu

2

sam o an

2

- - -

2

sam

3

detí o datit

3

detit

3

detí

4

betum

4

- - -

4

betum

5

betum-yu (4+1)

5

- - -

5

betumiu

6

betum-sam (4+2)

6

- - -

6

- - -

7

betum-detí (4+3)

7

- - -

7

- - -

8

betum-artasam (4x2)

8

- - -

8

- - -

9

baquiú (8 y 1?)

9

- - -

9

- - -

10

guaroj (manos?)

10

- - -

10

- - -




Página 229 del Saggio (Catecismo Güenoa) del padre Hervás y que reprodujera Milcíades A. Vignati (XXXIV, Lámina II):



On, dik Ineu,dik

Espiritu-santo

detit persona

Padre, Figliuolo (1),

Spirito-Santo,

tre persone,

Padre, Hijo,

Espíritu santo,

tres personas

Tupa yut tem amat

Dio uno solo.

Dios es uno sólo.

Guarete ëeuvuit

edam dik eutemar,

esek evvau etsi ueda atei?

chi-é stato, che si è fatto

uomo per noi altri?

que estuvo, que se ha

hecho hombre por

cualquiera de nosotros.

Tupa-ineu

di-Dio il-figlio

de Dios el Hijo

Hapatan retant

come si chiama?

¿Cómo se llama?

Hesu-Kisto

Gesu-Cristo

Jesucristo

Hallen atei Hesu-Kisto

morto fu Gesu-Cristo?

Fue muerto Jesucristo?

Hallen

morì.

muerto.

Retanle dik hallen?

per-quale-fine morì?

¿Por qué fin murió?

Ramudi mar natios

taamaban asati

noi-a-liberare da nostri

peccati,

por nosotros, para liberarnos

de nuestros pecados.

Dik inambi atei?

e vivo ritorno?

¿Y regresó vivo?

An onat inambi atei

si: che vivo ritornò?

sí: que retornó vivo.

Dik rambui hallen

madram atei?

e noi morire abbiamo?

¿y nosotros tenemos

que morir?

An: onat rambui hallen

madram atei

sì, che abbiamo morire.

sí, que tenemos que morir.

sí, también moriremos.




.
V, pág. 246 – CANALS FRAU: Las poblaciones indígenas de la Argentina. Su origen, su pasado, su presente), Buenos Aires. 1953.

X, pág. 280 – D'ORBIGNY: El hombre americano. Buenos Aires. 1959 

XI, parte 2da, pág. 383-384 - D'Orbigny, El hombre americano. Buenos Aires. 1959.

XV, cap. 18, pág. 286 - Hoebel (E.A.) Antropología, el estudio del hombre. Barcelona, 1973.

XX, pág. 300 - López de Souza. Diario de navegación. Río de Janeiro, 1927.

XXI, pág. 43 - Lothrop - Indios del Delta del Paraná, Argentina. NY, 1932.

XXI, I, pág. 408 – OUTE S.: Sobre las lenguas indígenas rioplatenses. UBA. Buenos Aires. 1913

XXI, I, pág. 409 - Ídem 

XXIII, I, cap. XVII, pág. 389 - Lozano. Historia de la Compañía de Jesús en el Paraguay. Madrid, 1755.

XXIV, I, cap. XVII, pág. 389 - Lozano. Idem.

XXIV, I, pág. 19 – PALAVECINO E.: Áreas y capas culturales en el territorio argentino. Bs. Aires. 1948 

XXVIII, pág. 340 - Ramírez L. - Historia del puerto de Buenos Aires. Apéndice 8. Bs. Aires 1902.

XXIX, pág. 57 - Schmidel L. - Derrotero y viaje a España y las Indias. Santa Fe, 1938.

XXXI, pág. 56 -

XXXIV, Lámina II – VIGNATI M.A.: El catecismo güenoa del abate Hervás. La Plata. 1940

XXXV, pág. 372 – XARQUE F.: Insignes misioneros de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay. Pamplona. 1687 

XLI, pág. 56 - Schmidel. Derrotero y viaje a España y las Indias. Santa Fe, 1938.

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